Llegamos al Monte de los Olivos, pero antes de entrar al recinto donde se albergan sitios tan importantes como los olivos y la piedra donde Jesús pasó sus últimos momentos de libertad con la agonía propia de una persona, un ser humano, que sabe cual va a ser su final, su triste final.
Si María murió o no murió, si ascendió al cielo físicamente o no, creo que carece de importancia. Supongo que fue un gesto de agradecimiento hacia una mujer tan importante en la historia, algo, la verdad, no propio de una Iglesia arcaica, allá por los años 50 (cuando según un artículo de fé, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo al final de su existencia en la tierra), que no trató nunca muy bien a la mujer, por lo que es más que agradecer.
La entrada a la Iglesia donde fue sepultada tan tremenda mujer, se hace a través de unas tétricas escalinatas, creado todo por los cruzados.
La cripta fue respetada por los musulmanes, pueblo antaño respetuoso allá donde iba, cuidándose de aprender todo aquello que le podía ser útil, como elementos de arquitectura, de medicina, etc, por ser María, la madre del "profeta" Jesús.
Sobre la piedra herida por el martillo de los peregrinos que querían llevarse un trozo de historia, estuvo el cuerpo de María, aquella cuya humilde casa visitamos en el primer día de nuestra peregrinación, y aquella persona, que estando en un tercer plano muy discreto, tuvo un papel fundamental en la vida de Jesús, que estoy seguro que contaría con ella, con su madre hasta que tuvo la desgracia de acompañarle en sus últimas horas...imaginaros la fuerza que le daría a Jesús encontrarse con los ojos de su madre mientras caminaba a la muerte...al fin y al cabo, una madre es una madre.